Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Susana del Pozo de la Calle, Universidad Complutense de Madrid
Cuando en España se declaró el estado de alarma el pasado marzo de 2020, la población se vio obligada a modificar su estilo de vida. Los patrones de compra de alimentos en los hogares españoles cambiaron, especialmente durante el periodo de confinamiento. Sin embargo, este cambio no mostró una mejora en la calidad nutricional de la dieta.
Para saber cómo habían cambiado los hábitos alimentarios de los hogares españoles durante este periodo, un estudio publicado en la revista Nutrients y liderado por la Universidad Complutense de Madrid y el CIBERESP (la Unidad de Epidemiología del Cáncer y Ambiental del Centro Nacional de Epidemiología del ISCIII), comparó las cifras de ese año con los mismos meses del año anterior.
Se escogió el periodo de enero a agosto de 2020. Es decir, los meses del estado de alarma junto con los dos precedentes y los dos posteriores. El objetivo era determinar si se habían producido cambios, de qué tipo y si hay una explicación para ellos.
Para determinar estos posibles cambios, se extrajeron los datos de hábitos de consumo y distribución de alimentos del Panel de Consumo Alimentario (PCA) del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). El PCA recoge la compra de alimentos y bebidas “per cápita” (en kg o l por habitante) que se realiza para el consumo doméstico.
Los datos de esta plataforma llevan más de 20 años acumulándose, por lo que se consideran datos relevantes para poder identificar la evolución de un año a otro.
Entre los resultados de este trabajo se ha observado un marcado y esperado incremento de la compra de todos los grupos de alimentos en los hogares, especialmente durante los meses de marzo a junio.
Concretamente, si comparamos las compras realizadas durante el mes de abril en el año 2020 con las que se realizaron en el 2019, observamos que las compras incrementaron en más de un 40 %.
Asimismo, las legumbres aumentaron un 62 % durante el mes de marzo respecto al periodo anterior. En abril incrementaron un 75 % las bebidas alcohólicas y un 60 % los aperitivos y huevos.
Debido al confinamiento, todas las comidas que realizábamos fuera del hogar pasaron a hacerse en los hogares. Por eso, nuestras cestas debían cubrir este mayor consumo.
Sin embargo, llama la atención que dicho incremento comenzara antes del confinamiento (en el mes de febrero) y continuará tras finalizar (en la desescalada).
Para estudiar la calidad de la cestas de la compra, se convirtieron los datos extraídos del PCA en gramos por persona y día. Posteriormente, se transformaron en energía y nutrientes.
La calidad de la dieta se extrajo aplicando distintos índices de calidad nutricional como el perfil calórico, la densidad de nutrientes y algunos índices de calidad de la grasa.
En relación con el contenido de energía los alimentos, durante el mes de abril del 2020, se ha estimado un valor medio de 2 801 kilocalorías por persona y día. Esto supone un aumento de 771 kilocalorías por persona y día (un 38 %) respecto al mismo mes de 2019. Este mayor contenido de energía encontrado es resultado de la mayor compra de alimentos.
Por su parte, el aumento de alimentos saludables como verduras o legumbres parecía indicar que la dieta mejoró durante el confinamiento. Sin embargo, al comprobarlo a fondo con los datos del año anterior, se observó que los cambios en la cesta de la compra no mejoraron su calidad nutricional.
Para ello, se calculó el perfil calórico de la cesta de la compra del año 2020. Así se comprobó que, por ejemplo, en abril, los hidratos representaban un 42 %, la proteína un 14,6 %, la grasa un 39,8 % y el alcohol un 1,9 %.
Se trata de una distribución muy similar a la del año 2019. En ambos, el aporte de energía en forma proteínas y grasas es superior al deseado, en detrimento de los hidratos de carbono.
Por otro lado, también se redujo la densidad de algunos nutrientes durante el año 2020. Por ejemplo, disminuyó la cantidad de algunos minerales como el calcio, el yodo, el zinc, el selenio y vitaminas como riboflavina, B12, C, D y A. Mientras tanto, aumentó la cantidad de fibra, sodio, ácido fólico, carotenos y vitamina E. Por lo tanto, no se observó mejora.
Por último, en relación a la calidad de las grasas consumidas, se encontró una elevada proporción de ácidos grasos monoinsaturados, debido al consumo habitual de aceite de oliva en la dieta española. Este fue uno de los aspectos más positivos del estudio. Aunque también parece que aumentaron ligeramente los ácidos grasos saturados, que no son tan deseables en la dieta.
Como conclusión, podemos indicar que la cesta de la compra en los hogares españoles se modificó en gran medida durante los meses de confinamiento y la desescalada, pero estos cambios no han supuesto una mejora en la calidad de la dieta de los españoles.
Actualmente, continuamos estudiando los cambios que se están produciendo para poder desarrollar pautas que mejoren la dieta durante esta situación. Esto es necesario porque los efectos de la pandemia pueden mostrar secuelas no solo en las personas afectadas por la enfermedad sino también en las que modifiquen sus hábitos alimentarios y los mantengan en el tiempo, alejándolos de las recomendaciones saludables.
Susana del Pozo de la Calle, Profesor asociado del Departamento de Nutrición y Ciencia de los Alimentos. Facultad de Farmacia. UCM, Universidad Complutense de Madrid